El pais es un eterno deja vù y, por desgracia, la historia muestra que SIEMPRE que se aplicó este tipo de modelo económico en Argentina termino MAL. Esta vez NO será la excepción.
Mereces lo que Sueñas
jueves, 13 de marzo de 2025
Los ajustadores de siempre
El actual Gobierno nacional saco la moratoria previsional impidiendo que mucha gente mayor pueda jubilarse y cuando marchan para reclamar los reprimen, con el ajuste salvaje recortaron fondos para salud y educación, no ejecutan las obras necesarias y desmantelaron los entes públicos nacionales de ayuda para catastrofes como las inundaciones en Bahía Blanca o los incendios en la Patagonia, dejaron de dar los medicamentos a enfermos terminales y crónicos, no reparten más alimentos a los comedores comunitarios a pesar de que 50% de la población es pobre, estafaron a miles de personas con criptomonedas apocrifas, compran votos de Diputados y Senadores opositores para sancionar leyes que cercenan derechos básicos, meten jueces de la Corte por DNU, manipulan el índice de inflación y las cuentas públicas, se malgastan las reservas del Banco Central y nos siguen endeudando con el FMI para sostener un tipo de cambio atrasado artificialmente que beneficia a especuladores financieros.
viernes, 31 de enero de 2025
Avergonzados de ser Star Trek
En los últimos 50 años ha habido 14 películas de Star Trek, y sin embargo la franquicia mantiene su reputación de ser problemática en la pantalla grande. Desde las continuaciones de la serie original hasta las remozadas de Kelvin Timeline, Star Trek siempre estuvo acosada por la cuestión de cómo adaptar una serie de TV que se enorgullece de su diplomacia y de las mentes científicas, a un medio exitoso que justifique el espectáculo de la acción sci-fi. ¿Puede Star Trek seguir siendo Star Trek en ese entorno? Esta semana, con la llegada de Section 31 a Paramount+, surge otra pregunta: ¿qué pasaría si una peli de Star Trek no tuviera interés en ser una peli de Star Trek, ni tampoco en ser una peli de acción particularmente interesante?
Section 31 recorrió un largo camino desde que era una de las primeras spinoffs de TV con teasers en la era posterior a la primera temporada de Discovery, para resurgir años después como vehículo cinematográfico para la premiada Michelle Yeoh. Y ese camino se siente a lo largo de las casi dos horas que dura la película. Yeoh es la protagonista, e interpreta a Philipa Georgiu de Discovery, ex emperatriz del universo alterno de Trek, que se re-analizó y redimió en parte a lo largo de la serie antes de ser enviada a tiempos desconocidos para vivir una nueva vida. La película sigue a Georgiou, forzada a cruzarse con agentes de la organización espía que se nos presentó en Deep Space Nine y debe participar de una peligrosa misión que tiene que ver con su sangriento pasado.
Hay una ecléctica mezcla de personajes en el equipo. Hay corridas, disparos, y el escape de un terrible y peligroso plan. Esa es la vibra de Section 31: un poco menos que James Bond, y un poco más de Guardianes de la Galaxia. Pero como es una película de Star Trek hay cosas que no parecen corresponder, como la hueca estética de sci-fi que la envuelve.
Section 31 en el fondo quiere que su público recuerde que sus héroes son cool, que lo que hacen es cool, y que son atípicos porque no son lo que esperaríamos de los héroes de Star Trek, lo que los hace más cool todavía. Pero la película nunca refiere al controvertido legado de Section 31 en la historia de Star Trek, ni muestra a sus héroes debatiéndose con la moral. Section 31 actúa como si todo fuera nuevo para la franquicia, pero ignora la realidad que podría haberla hecho interesante: analizar qué es lo que la gente que viven en la sección 31 piensa de la organización y de su lugar en la Federación, y lo que significaría defender una utopía de la destrucción para quien busca doblegar esos ideales.
Star Trek es una serie que se enorgullece de pensar en grandes ideas y formular grandes preguntas. Pero Section 31 se obsesiona con lo pequeño porque es mucho más fácil hacer una broma de lo que lo es lidiar con las complejas ideas que la serie ha explorado en el pasado. Los personajes se ven deslucidos, aparte de que se los presenta como dinámicos y divertidos. La falta de atractivo para despertar curiosidad al menos se podría perdonar si Section 31 fuese al menos una buena peli de acción, pero lamentablemente eso no es así. Las pocas secuencias de acción tienen algunas ideas interesantes, y sí, Yeoh deleita en todas esas secuencias con sus patadas altas, aunque hay algunas escenas que se hacen un poco densas y largas. La pena es que esas ideas interesantes se ven deslucidas por la cinematografía y la edición, que suele minimizar el impacto de la acción para dejarla vacía.
Todo esto significa que no se trata de que Section 31 sea diferente a lo que se espera de Star Trek y que por eso es mala. Más bien, es simplemente una película que no logra transmitir una identidad propia, al tiempo de ignorar la identidad que podría formar dentro de la franquicia de Star Trek más allá de si traza un contraste o similitud con ésta. Una película que dura casi dos horas no tendría que sentirse lenta y pesada, pero es lo que sucede con Section 31, que no logra impactar al público ni le saca el jugo a todo el potencial que podría tener. Aquí, no hay un grupo de espías que se oculta y no tiene moral. Es tan solo una película bastante aburrida.
Star Trek: Section 31 se estreno a Paramount+ el viernes 24 de enero de 2025.
Autor original: Lucas Handley para Gizmodo US.
Section 31 recorrió un largo camino desde que era una de las primeras spinoffs de TV con teasers en la era posterior a la primera temporada de Discovery, para resurgir años después como vehículo cinematográfico para la premiada Michelle Yeoh. Y ese camino se siente a lo largo de las casi dos horas que dura la película. Yeoh es la protagonista, e interpreta a Philipa Georgiu de Discovery, ex emperatriz del universo alterno de Trek, que se re-analizó y redimió en parte a lo largo de la serie antes de ser enviada a tiempos desconocidos para vivir una nueva vida. La película sigue a Georgiou, forzada a cruzarse con agentes de la organización espía que se nos presentó en Deep Space Nine y debe participar de una peligrosa misión que tiene que ver con su sangriento pasado.
Hay una ecléctica mezcla de personajes en el equipo. Hay corridas, disparos, y el escape de un terrible y peligroso plan. Esa es la vibra de Section 31: un poco menos que James Bond, y un poco más de Guardianes de la Galaxia. Pero como es una película de Star Trek hay cosas que no parecen corresponder, como la hueca estética de sci-fi que la envuelve.
Section 31 en el fondo quiere que su público recuerde que sus héroes son cool, que lo que hacen es cool, y que son atípicos porque no son lo que esperaríamos de los héroes de Star Trek, lo que los hace más cool todavía. Pero la película nunca refiere al controvertido legado de Section 31 en la historia de Star Trek, ni muestra a sus héroes debatiéndose con la moral. Section 31 actúa como si todo fuera nuevo para la franquicia, pero ignora la realidad que podría haberla hecho interesante: analizar qué es lo que la gente que viven en la sección 31 piensa de la organización y de su lugar en la Federación, y lo que significaría defender una utopía de la destrucción para quien busca doblegar esos ideales.
Star Trek es una serie que se enorgullece de pensar en grandes ideas y formular grandes preguntas. Pero Section 31 se obsesiona con lo pequeño porque es mucho más fácil hacer una broma de lo que lo es lidiar con las complejas ideas que la serie ha explorado en el pasado. Los personajes se ven deslucidos, aparte de que se los presenta como dinámicos y divertidos. La falta de atractivo para despertar curiosidad al menos se podría perdonar si Section 31 fuese al menos una buena peli de acción, pero lamentablemente eso no es así. Las pocas secuencias de acción tienen algunas ideas interesantes, y sí, Yeoh deleita en todas esas secuencias con sus patadas altas, aunque hay algunas escenas que se hacen un poco densas y largas. La pena es que esas ideas interesantes se ven deslucidas por la cinematografía y la edición, que suele minimizar el impacto de la acción para dejarla vacía.
Todo esto significa que no se trata de que Section 31 sea diferente a lo que se espera de Star Trek y que por eso es mala. Más bien, es simplemente una película que no logra transmitir una identidad propia, al tiempo de ignorar la identidad que podría formar dentro de la franquicia de Star Trek más allá de si traza un contraste o similitud con ésta. Una película que dura casi dos horas no tendría que sentirse lenta y pesada, pero es lo que sucede con Section 31, que no logra impactar al público ni le saca el jugo a todo el potencial que podría tener. Aquí, no hay un grupo de espías que se oculta y no tiene moral. Es tan solo una película bastante aburrida.
Star Trek: Section 31 se estreno a Paramount+ el viernes 24 de enero de 2025.
Autor original: Lucas Handley para Gizmodo US.
lunes, 18 de noviembre de 2024
El final que nos mereciamos
El capitán James T. Kirk (interpretado por William Shatner) y Spock se reencuentran de forma conmovedora en un nuevo cortometraje de Star Trek titulado "Unificación" a 30 años de que Kirk muriera en "Generaciones", la septima pelicula de la saga cinematografica. Roddenberry Archive y OTOY, en asociación con Paramount, lanzaron "Unificación" el 18 de noviembre de 2024 para conmemorar el treinta aniversario del estreno del film. Este corto, de 8 minutos de duración, es el cuarto cortometraje de OTOY disponible en Roddenberry Archive a través de la app Apple Vision Pro.
En "Generaciones", el capitán James T. Kirk sacrificó su vida cuando se unió al capitán Jean-Luc Picard (Patrick Stewart) para evitar que el malvado Dr. Tolian Soran (Malcolm McDowell) destruyera el planeta Veridian III. En 2016, Star Trek Beyond incluyó la muerte canónica de Spock después de que Leonard Nimoy falleciera el año anterior. El Kirk de Shatner y el Spock de Nimoy nunca volvieron a compartir la pantalla después de Star Trek VI: The Undiscovered Country de 1991, por lo que este nuevo corto le da a Kirk y Spock un último y conmovedor momento juntos.
"Unificación" cruza las líneas temporales y universos de Star Trek para reunir al Capitán Kirk y Spock una vez más. La muerte del Capitán Kirk tiene lugar canónicamente en 2371, y el Embajador Spock es enviado a la línea temporal alternativa de Kelvin de la película Star Trek (2009) de JJ Abrams en 2387, cuando Vulcano no pudo evitar que la estrella romulana se convirtiera en supernova. Spock llegó a la línea temporal de Kelvin en 2258 y vivió en Nuevo Vulcano hasta su muerte en 2263.
Hasta aqui, las circunstancias hicieron imposible que Kirk y Picard se conocieran. Después de todo, Star Trek Generaciones explicó que se creía que el Capitán Kirk había muerto en 2293, pero en realidad sobrevivió en la anomalia interdimensional llamada Nexus hasta que se fue con el Capitán Picard en 2371, lo que resultó en su muerte. Spock nunca volvió a ver al Kirk de la Línea de Tiempo Principal después de 2293, y el vulcano no estuvo presente para ver la breve incursión y muerte de su mejor amigo en el siglo 24. Este corto muestra a un Capitán Kirk resucitado viajando a la línea de tiempo Kelvin de Star Trek de JJ Abrams para ver a Spock (interpretado por Lawrence Selleck) en su lecho de muerte en Nuevo Vulcano. Kirk y Spock luego comparten un momento que el canon de Star Trek les ha negado, mientras el dúo icónico enfrenta el horizonte juntos. "Unificación" es un testimonio poderoso y emotivo de la amistad entre Kirk y Spock sobre la que se construyó la serie.
Con el regreso de William Shatner para ayudar a realizar y supervisar la precisión de la recreación del Capitán Kirk, resulta tentador querer considerar el cortometraje como canon de Star Trek. Después de todo, "Unificación" incorpora varios personajes queridos (y sorprendentes) de toda la franquicia, personal legendario del detrás de escena, y el resultado final es la conmovedora reunión de Kirk y Spock que los fanáticos han ansiado ver durante tres décadas . Este cortometraje es una hermosa oda a Star Trek, un logro tecnológico asombroso y una hermosa (y merecida) despedida de Kirk y Spock por parte de William Shatner.
Autor original: John Orquiola para Screen Rant
domingo, 6 de octubre de 2024
Sir Paul Got Back
El músico tocó casi tres horas y paseó por todas las emociones a un público entregado desde siempre. Una puesta imponente, una banda ajustada y la sensación de ser felices por un rato.
Hace dos horas y media y 33 canciones que Paul McCartney está sobre el escenario cuando desata el furibundo riff de “Helter Skelter”. El grito primitivo del Álbum Blanco sacude al Estadio Monumental y el público ingresa en un trance. Es testigo de un hombre de 82 años que cada noche pone en juego su leyenda. Que no paró un segundo de cantar, de moverse, de entretener. Y todavía falta para un final que presume ya escrito, pero aún así se permite un lugar para la sorpresa.
Con esa energía, el respeto por su obra y el compromiso con el público, el británico redondeó un concierto inolvidable en el primero de los dos que tiene programados en Buenos Aires. Organizado con una estructura similar a la de las últimas visitas, matizado por los cambios facilitados por la tecnología y la reciente aparición del documental Get Back, que bucea en las sesiones de Let it Be. El trabajo en las cintas audiovisuales de Peter Jackson, más la artesanía que derivó en la edición de la inédita “Now and then”, le permitieron a Paul utilizar nuevas herramientas a la hora de visitar el catálogo beatle y jugar un poco con su propia historia.
El público que colmó el Monumental fue llegando de a poco, con esa pintura generacional que solo permite un artista de la talla de McCartney, capaz de trascender los tiempos y las modas. Puntualmente a las 21 se apagaron las luces y las pantallas laterales empezaron a recorrer un edificio de manera ascendente para empezar a simbolizar la vida y obra de Paul McCartney. Amagó ser cronológico, con postales familiares en blanco y negro y los primeros contactos con la música: los imberbes Quarrymen que mutaron en Los Beatles para cambiar el mundo. Pero una dosis psicodélica lo tornó colorido y atemporal. Aparecieron los Wings y sus compañeros actuales, con los que ya lleva tocando casi el doble de tiempo que con los de Liverpool, las portadas de sus álbumes y figuras varias del universo pop, hasta que el ascensor imaginario llegó a la terraza: allí, un poco antena y otro pararrayos, su inconfundible bajo Hofner, y entonces todo termina de cobrar sentido.
Enseguida, Paul y sus músicos entraron a escena bajo una ovación. Sin demasiados preámbulos, marcaron cuatro y arrancaron con “Can’t buy me love”, uno de sus primeros hits con los Beatles. Le siguieron dos de Wings, “Junior’s Farm” y “Letting go”, esta con la sección de vientos en la platea, mezclada entre el público. El primero de los pequeños detalles de color para maridar con una lista de 37 canciones sin respiro.
En cuanto a lo visual, el escenario mostró dos inmensas pantallas verticales a los costados y dos parrillas de luces móviles con potencia de bombardero y colores varios. La escenografía, que amagaba ser austera e industrial, mutó a partir de “Drive my car” cuando se descubrió la pantalla trasera con visuales inspiradas en cada canción. Y un potente set de láser al nivel del escenario para ametrallar cuando fuera necesario.
Haciendo gala de su rol de entretenedor, Sir Paul estuvo locuaz pero sin exagerar poses ni “tribuneadas”. Dijo las habituales palabras en castellano -”Estoy muy feliz de volver a verlos, esta vez voy a tratar de hablar español un poquito”-, dialogó con el público por sectores y géneros, abrió los ojos tan grandes como solo sabe hacerlo él, se equivocó un par de veces y no se hizo problema y sacó todo su oficio de escenario para llevar la voz por terreno seguro. Y lo más importante, entregó algunas de las mejores canciones de su cosecha.
En un juego constante entre sus diferentes pasados, el de Liverpool fue intercalando el repertorio de Los Beatles, como ”Got to get you into my life”, “Getting Better”, “I’ve just seen a face” o “Being for the benefit of Mr. Kite”; con algunas de los Wings como “Let ‘Em In” y solistas como “My Valentine”, con dedicatoria en vivo a su esposa Nancy Shevell, presente en el Monumental. Para lograr esa versatilidad, es fundamental el aporte musical y vocal de una banda que juega de memoria. Rusty Anderson en guitarras y Brian Ray en guitarras y bajo, Paul Wickens en teclados, acordeón y armónica y el encantador Abe Laboriel Jr. en batería y percusión tienen oficio y presencia, y además le permiten al frontman sacar a pasear sus dotes de instrumentista.
Paul jugó al guitar hero en el himno de Wings “Let me roll it”, con cita “Foxy Lady” de su amigo Jimi Hendrix incluida. Se sentó al piano para cantar la desgarradora “Maybe I’m amazed”, con las pantallas inundadas por un McCartney de época, campestre y en sepia. Se calzó la mandolina e invitó a todos a bailar con “Dance”, y por un rato el carisma del batero se robó el show. Sacó el ukelele que le regaló George Harrison para homenajearlo con su ya clásica versión de “Something”. Y conmovió con la acústica, en modo trovador solitario.
Ni bien amagó la introducción de “Blackbird”, el público reaccionó entre la ovación y el suspiro. Y a medida que intercambiaba la melodía casi susurrada con el silbido característico, una plataforma lo elevaba unos metros del escenario, como si las ramas de un árbol lo proyectaran hasta confundirse con un cielo estrellado. Allí empezó “Here today”, su homenaje postmortem a John Lennon, que sirvió como preludio para la novedad de la gira. Estrenada el 1° de octubre en el Centenario de Montevideo, “Now and then” sonó por segunda vez en vivo y regaló un poco de esa melancólica fantasía de lo que pudo haber sido.
Llevando la nostalgia al límite, pegó “In spite of all danger”, el primer tema que grabaron con The Quarrymen con “Love me do”, el primer sencillo de Los Beatles. Y siguió un hit atrás de otro, con epicentro en “Live and let die”, con llamaradas sobre el escenario y fuegos artificiales en las afueras del estadio. El falso final llegó con “Hey jude”, y un mosaico de corazones celestes y blancos preparado para la ocasión y sostenido en los brazos en alto de los fanáticos.
Paul regresó casi de inmediato, flameando la bandera argentina y la del orgullo LGBTIQ+, y fue recibido al grito de “Dale campeón”. “Esta canción es muy importante para mí”, dijo para presentar “I’ve got a feeling”, donde se coló el Lennon de la terraza de Abbey Road para el puente. “Es especial cantar con John otra vez”, apuntó. Se dio el último gusto de los Wings con “Hi, hi, hi”, metió el reprise de “Sgt. Pepper” para que los personajes de la histórica tapa cobraran vida y peló la mencionada descarga de ”Helter Skelter” antes de la recta final, que trajo de yapa una versión corregida y aumentada de la frase que tanto nos gusta a los argentinos.
“Son el mejor público del planeta” dijo McCartney y solo quedaba el medley “Golden Slumbers”, “Carry That Weight” y “The End”. “Hasta la próxima”, se despidió el caballero bajo una lluvia de papelitos celestes y blancos, que será esta noche en el mismo lugar, el 23 de octubre en el Kempes de Córdoba y después quién sabe dónde y cuándo. Enseguida, mientras la marea encaraba la amarga caminata de la despedida, empezó a sonar por los parlantes “No more lonely nights”, uno de sus clásicos ochentosos, y no fue un tema puesto al azar. Más allá de las distancias o las ausencias, no hay lugar para noches solitarias al abrigo de algunas de las canciones más lindas de todos los tiempos.
Hace dos horas y media y 33 canciones que Paul McCartney está sobre el escenario cuando desata el furibundo riff de “Helter Skelter”. El grito primitivo del Álbum Blanco sacude al Estadio Monumental y el público ingresa en un trance. Es testigo de un hombre de 82 años que cada noche pone en juego su leyenda. Que no paró un segundo de cantar, de moverse, de entretener. Y todavía falta para un final que presume ya escrito, pero aún así se permite un lugar para la sorpresa.
Con esa energía, el respeto por su obra y el compromiso con el público, el británico redondeó un concierto inolvidable en el primero de los dos que tiene programados en Buenos Aires. Organizado con una estructura similar a la de las últimas visitas, matizado por los cambios facilitados por la tecnología y la reciente aparición del documental Get Back, que bucea en las sesiones de Let it Be. El trabajo en las cintas audiovisuales de Peter Jackson, más la artesanía que derivó en la edición de la inédita “Now and then”, le permitieron a Paul utilizar nuevas herramientas a la hora de visitar el catálogo beatle y jugar un poco con su propia historia.
El público que colmó el Monumental fue llegando de a poco, con esa pintura generacional que solo permite un artista de la talla de McCartney, capaz de trascender los tiempos y las modas. Puntualmente a las 21 se apagaron las luces y las pantallas laterales empezaron a recorrer un edificio de manera ascendente para empezar a simbolizar la vida y obra de Paul McCartney. Amagó ser cronológico, con postales familiares en blanco y negro y los primeros contactos con la música: los imberbes Quarrymen que mutaron en Los Beatles para cambiar el mundo. Pero una dosis psicodélica lo tornó colorido y atemporal. Aparecieron los Wings y sus compañeros actuales, con los que ya lleva tocando casi el doble de tiempo que con los de Liverpool, las portadas de sus álbumes y figuras varias del universo pop, hasta que el ascensor imaginario llegó a la terraza: allí, un poco antena y otro pararrayos, su inconfundible bajo Hofner, y entonces todo termina de cobrar sentido.
Enseguida, Paul y sus músicos entraron a escena bajo una ovación. Sin demasiados preámbulos, marcaron cuatro y arrancaron con “Can’t buy me love”, uno de sus primeros hits con los Beatles. Le siguieron dos de Wings, “Junior’s Farm” y “Letting go”, esta con la sección de vientos en la platea, mezclada entre el público. El primero de los pequeños detalles de color para maridar con una lista de 37 canciones sin respiro.
En cuanto a lo visual, el escenario mostró dos inmensas pantallas verticales a los costados y dos parrillas de luces móviles con potencia de bombardero y colores varios. La escenografía, que amagaba ser austera e industrial, mutó a partir de “Drive my car” cuando se descubrió la pantalla trasera con visuales inspiradas en cada canción. Y un potente set de láser al nivel del escenario para ametrallar cuando fuera necesario.
Haciendo gala de su rol de entretenedor, Sir Paul estuvo locuaz pero sin exagerar poses ni “tribuneadas”. Dijo las habituales palabras en castellano -”Estoy muy feliz de volver a verlos, esta vez voy a tratar de hablar español un poquito”-, dialogó con el público por sectores y géneros, abrió los ojos tan grandes como solo sabe hacerlo él, se equivocó un par de veces y no se hizo problema y sacó todo su oficio de escenario para llevar la voz por terreno seguro. Y lo más importante, entregó algunas de las mejores canciones de su cosecha.
En un juego constante entre sus diferentes pasados, el de Liverpool fue intercalando el repertorio de Los Beatles, como ”Got to get you into my life”, “Getting Better”, “I’ve just seen a face” o “Being for the benefit of Mr. Kite”; con algunas de los Wings como “Let ‘Em In” y solistas como “My Valentine”, con dedicatoria en vivo a su esposa Nancy Shevell, presente en el Monumental. Para lograr esa versatilidad, es fundamental el aporte musical y vocal de una banda que juega de memoria. Rusty Anderson en guitarras y Brian Ray en guitarras y bajo, Paul Wickens en teclados, acordeón y armónica y el encantador Abe Laboriel Jr. en batería y percusión tienen oficio y presencia, y además le permiten al frontman sacar a pasear sus dotes de instrumentista.
Paul jugó al guitar hero en el himno de Wings “Let me roll it”, con cita “Foxy Lady” de su amigo Jimi Hendrix incluida. Se sentó al piano para cantar la desgarradora “Maybe I’m amazed”, con las pantallas inundadas por un McCartney de época, campestre y en sepia. Se calzó la mandolina e invitó a todos a bailar con “Dance”, y por un rato el carisma del batero se robó el show. Sacó el ukelele que le regaló George Harrison para homenajearlo con su ya clásica versión de “Something”. Y conmovió con la acústica, en modo trovador solitario.
Ni bien amagó la introducción de “Blackbird”, el público reaccionó entre la ovación y el suspiro. Y a medida que intercambiaba la melodía casi susurrada con el silbido característico, una plataforma lo elevaba unos metros del escenario, como si las ramas de un árbol lo proyectaran hasta confundirse con un cielo estrellado. Allí empezó “Here today”, su homenaje postmortem a John Lennon, que sirvió como preludio para la novedad de la gira. Estrenada el 1° de octubre en el Centenario de Montevideo, “Now and then” sonó por segunda vez en vivo y regaló un poco de esa melancólica fantasía de lo que pudo haber sido.
Llevando la nostalgia al límite, pegó “In spite of all danger”, el primer tema que grabaron con The Quarrymen con “Love me do”, el primer sencillo de Los Beatles. Y siguió un hit atrás de otro, con epicentro en “Live and let die”, con llamaradas sobre el escenario y fuegos artificiales en las afueras del estadio. El falso final llegó con “Hey jude”, y un mosaico de corazones celestes y blancos preparado para la ocasión y sostenido en los brazos en alto de los fanáticos.
Paul regresó casi de inmediato, flameando la bandera argentina y la del orgullo LGBTIQ+, y fue recibido al grito de “Dale campeón”. “Esta canción es muy importante para mí”, dijo para presentar “I’ve got a feeling”, donde se coló el Lennon de la terraza de Abbey Road para el puente. “Es especial cantar con John otra vez”, apuntó. Se dio el último gusto de los Wings con “Hi, hi, hi”, metió el reprise de “Sgt. Pepper” para que los personajes de la histórica tapa cobraran vida y peló la mencionada descarga de ”Helter Skelter” antes de la recta final, que trajo de yapa una versión corregida y aumentada de la frase que tanto nos gusta a los argentinos.
“Son el mejor público del planeta” dijo McCartney y solo quedaba el medley “Golden Slumbers”, “Carry That Weight” y “The End”. “Hasta la próxima”, se despidió el caballero bajo una lluvia de papelitos celestes y blancos, que será esta noche en el mismo lugar, el 23 de octubre en el Kempes de Córdoba y después quién sabe dónde y cuándo. Enseguida, mientras la marea encaraba la amarga caminata de la despedida, empezó a sonar por los parlantes “No more lonely nights”, uno de sus clásicos ochentosos, y no fue un tema puesto al azar. Más allá de las distancias o las ausencias, no hay lugar para noches solitarias al abrigo de algunas de las canciones más lindas de todos los tiempos.
Autor original: Pablo Andisco para Infobae
lunes, 15 de julio de 2024
El (bi)conquistador de America
Aunque se lesiono durante la final, Messi y la Seleccion de Scaloni pudieron ganar la Copa America y asi Argentina logro, una vez mas, el bicampeonato continental tras 31 años.
Ademas, el equipo albiceleste gano los últimos 4 torneos que disputo: Copa America 2021, Finalisima 2022, Mundial 2022 y Copa America 2024.
¡FELICIDADES CAMPEONES!
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El mejor jugador de la historia llego a 45 titulos oficiales |
domingo, 5 de mayo de 2024
Creer otra vez
Velez paso, en apenas 6 meses, de estar peleando el descenso a volver a jugar una final local tras 11 años con un equipo integrado en su mayoria por jugadores jovenes y que venia golpeado por el escandalo de público conocimiento.
Mi reconomiento total para el equipo que, mas alla del resultado final, dejo TODO dentro de la cancha y nos hizo creer otra vez.
¡VAMOS VELEZ!
Hasta siempre Flaco
Como jugador tuvo un destacado rendimiento que le permitio salir campeon del torneo local con Boca en 1965 y, unos años despues, hasta ser compañero de Pele en Santos de Brasil por unos meses.
Como DT, Menotti saco campeón a Huracan en 1973 con un equipo notable, gano de local para la celeste y blanca la primer estrella Mundial en 1978 y el primer Sub 20 en 1979 con un juvenil Diego Maradona, a quien tambien dirigio en Barcelona y, principalmente, dejo un estilo influyente que marco a fuego la historia del futbol argentino.
¡Hasta siempre Flaco!
Como DT, Menotti saco campeón a Huracan en 1973 con un equipo notable, gano de local para la celeste y blanca la primer estrella Mundial en 1978 y el primer Sub 20 en 1979 con un juvenil Diego Maradona, a quien tambien dirigio en Barcelona y, principalmente, dejo un estilo influyente que marco a fuego la historia del futbol argentino.
¡Hasta siempre Flaco!
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